El deseo de Jesús es que vivamos en unidad perfecta con Dios y con las personas, teniéndolo a Él como el centro de todas las cosas. Es un reflejo de la cruz: una relación vertical entre nosotros y Dios, y una relación horizontal con quienes nos rodean.

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Jesús lo resume en el mandamiento más importante: amar a Dios y a nuestro prójimo. Una verdadera relación con Dios siempre produce un anhelo de relacionarnos y vivir en armonía con los demás, reflejando el cielo aquí en la tierra.

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Como se ve en Génesis, fue el deseo de Dios desde el principio que no estuviéramos solos, sino que viviéramos en comunidad.

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¡Tú formas parte de esta unidad!